Países de la Península Ibérica
La Península Ibérica (/aɪˈbɪəriən/),[a] también conocida como Iberia,[b] es una península situada en el suroeste de Europa, que define el borde más occidental de Eurasia. Está dividida principalmente entre España y Portugal, comprendiendo la mayor parte de su territorio, así como una pequeña zona del sur de Francia, Andorra y Gibraltar. Con una superficie aproximada de 583.254 kilómetros cuadrados,[1] y una población de unos 53 millones de habitantes,[2] es la segunda península europea por superficie, después de la escandinava.
Según Charles Ebel, las fuentes antiguas, tanto en latín como en griego, utilizan Hispania e Hiberia (griego: Iberia) como sinónimos. La confusión de las palabras se debió a una superposición de perspectivas políticas y geográficas. La palabra latina Hiberia, similar a la griega Iberia, se traduce literalmente como “tierra de los hiberianos”. Esta palabra derivaba del río Hiberus (ahora llamado Ebro o Ebre). Así pues, Hiber (ibérico) se utilizó como término para designar a los pueblos que vivían cerca del río Ebro[5][14] La primera mención en la literatura romana la hizo el poeta annalista Ennius en el año 200 a.C.[15][16][17] Virgilio escribió impacatos (H)iberos (“iberos inquietos”) en sus Geórgicas[18] Los geógrafos romanos y otros prosistas de la época de la República Romana tardía llamaron Hispania a toda la península.
Lengua ibérica
El primer uso de plantas y animales domésticos en el Mediterráneo occidental ha sido objeto de debate, ya que no existen ancestros nativos para estos elementos. La posición paradigmática actual se inclina por una introducción por parte de migrantes humanos que llegaron al sur de Francia y a la Península Ibérica a través de la navegación. Los colonos habrían introducido todo el bagaje económico y cultural del Neolítico. En este trabajo se revisan algunas de las evidencias arqueológicas, paleobiológicas y cronológicas disponibles sobre el Neolítico Temprano en el Mediterráneo Occidental, y concretamente en la Península Ibérica, y su utilización por parte de los partidarios de la migración.
CRUZ BERROCAL, María, 2012. El Neolítico Temprano en la Península Ibérica y el Mediterráneo Occidental : Una revisión de las evidencias sobre la migración. En: Revista de Prehistoria Mundial. 25(3-4), pp. 123-156. ISSN 0892-7537. eISSN 1573-7802. Disponible en: doi: 10.1007/s10963-012-9059-9
<dcterms:abstract xml:lang=”eng”>El primer uso de plantas y animales domésticos en el Mediterráneo occidental ha sido objeto de debate, ya que no existen ancestros nativos para estos elementos. La posición paradigmática actual favorece una introducción por parte de migrantes humanos que llegaron al sur de Francia y a la Península Ibérica a través de la navegación. Los colonos habrían introducido todo el bagaje económico y cultural del Neolítico. Este trabajo revisa algunas de las evidencias arqueológicas, paleobiológicas y cronológicas disponibles para el Neolítico Temprano en el Mediterráneo Occidental, y específicamente en la Península Ibérica, y su uso por parte de quienes apoyan la migración.</dcterms:abstract>
Alemán de los íberos
Los fenicios eran mercaderes y navegantes procedentes del Mediterráneo oriental, del lugar donde hoy se encuentra el Líbano. Junto con los colonos griegos, unos siglos más tarde, fueron los primeros aventureros que cruzaron el Mediterráneo de Oriente a Occidente, expandiendo su influencia en muchas zonas costeras del sur del Mediterráneo e incluso del Océano Atlántico, destacando su presencia en África y la Península Ibérica. De la Península Ibérica, debieron ser atraídos por su riqueza mineral, entre ella la llamada Faja Pirítica Ibérica, a la que pertenece, entre otras regiones, la zona minera de Huelva (Minas de Riotinto, Alosno, etc.). Esta faja se extiende desde la Sierra de Sevilla hasta la costa atlántica portuguesa.
La fecha en que los fenicios iniciaron su viaje no está clara pero, según Velleius Paterculus (Historia de Roma, Libro I, 2), la ciudad de Cádiz, la Gadir fenicia (Gadeira griega y Gades romana), habría sido fundada 80 años después de la caída de Troya, lo que podría ser más o menos en el año 1100 a.C. Sin embargo, no habría datos arqueológicos que confirmen la presencia fenicia en la Península Ibérica más allá del siglo IX a.C. (Ver: Los Castillejos de Alcorrín, Manilva). En Cádiz el registro arqueológico del yacimiento del Teatro de Títeres se remonta al siglo VIII a.C.
Guerrero ibérico
En 1868, un cazador descubrió en las paredes de la cueva de Altamira, cerca de Santander, uno de los mejores ejemplos que se conservan de la vida ibérica prehistórica. En las paredes había pintados bisontes, jabalíes, caballos y figuras antropomórficas que databan del periodo magdaleniense, en torno al 15.000-9.000 a.C. Otra prueba de una cultura cazadora paleolítica puede verse en Cuevas de Nerja (Andalucía). Hacia el 6.000 a.C., los habitantes de la Península Ibérica cultivaban y practicaban la ganadería. Los primeros monumentos megalíticos de piedra se realizaron en torno al 3.500 a.C. El mejor ejemplo de este tipo de monumentos se encuentra en Antequera. A finales de la Edad del Bronce, las tumbas excavadas indican que hubo invasiones periódicas con una nueva raza de colonos.
Según Heródoto, los primeros griegos en la Península Ibérica fueron colonos de Focea que llegaron a la ciudad de Tartessus. Entablaron amistad con el rey Argantonio, que les invitó a instalarse en su reino. Este es el inicio del asentamiento griego en Iberia. Los primeros artefactos griegos descubiertos en la Península Ibérica se encontraron en la zona de Huelva. Allí se descubrieron colecciones de cerámica que datan del siglo VIII a.C. La primera colonia griega en la península es Rhodas. Los colonos procedían probablemente de la isla de Rodas, pero algunos piensan que venían de la colonia griega de Massilia. Al sur de Rhodas se encontraba la colonia de Emporion (la actual Emporia), y Estrabón menciona dos colonias más al sur de Emporion, Alonis y Akra Leuke, que los romanos llamaron Lucentum (Alicante).