Águila imperial ibérica en peligro de extinción
Es la única ave endémica de la Península Ibérica. El águila imperial ibérica es una de las siete rapaces más raras del planeta, y lamentablemente está en peligro de extinción. Su plumaje es pajizo en el primer y segundo año de vida. Antes de los cinco años, su plumaje adulto se vuelve marrón rojizo, con sus característicos hombros blancos.
Ponen un máximo de cuatro huevos, aunque es habitual que pongan dos o tres. Una vez que los polluelos nacen, permanecen en el nido durante dos meses (aunque siguen dependiendo de sus padres durante otras cinco semanas).
Águila imperial frente a águila real
Ferrer, M., Morandini, V., Baguena, G. & Newton, I. 2017. Reintroducción de rapaces en peligro de extinción: Un estudio de caso sobre la alimentación suplementaria y la retirada de polluelos de las poblaciones silvestres. Revista de Ecología Aplicada 55(3): 1360-1367.
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González, L.M. y Margalida, A. (Eds.). 2008. Biología de la conservación del Águila Imperial Ibérica (Aquila adalberti). Organismo Autónomo de Parques Nacionales. Ministerio de Medio Ambiente y Medio Marino y Rural, Madrid.
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Águila imperial de Alemania
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La élite del águila imperial es peligrosa
A medida que crecía y se consolidaba mi interés por las aves, seguí con especial atención la evolución de nuestra población de águila imperial española. Leí todo lo que cayó en mis manos sobre la especie. Los artículos publicados en la revista Quercus y la monografía de la especie de Miguel Ferrer fueron cruciales para aplacar mi curiosidad por la especie. También había podido observarlas con cierta frecuencia en el parque del Monte de El Pardo en el 94 y el 95, tiempo en el que también pude estudiar a distancia una pareja de águilas imperiales españolas. Durante este estudio, pude observar la cópula, el cortejo de alimentación del macho a la hembra, el crecimiento de los pollos… Una fuerte granizada en la primavera de 1995 me hizo temer lo peor… Todavía recuerdo la ansiedad y la larga espera mientras me sentaba detrás del primer telescopio de mi vida, hasta que finalmente, dos pequeñas bolas de algodón se alzaron entre las ramas y ramitas del atrio.
Tras una exitosa campaña de información y una considerable inversión financiera en su conservación (en gran parte procedente de la Unión Europea a través de la financiación del Proyecto LIFE), a pesar de que el ansiado Plan Nacional Coordinado para la especie no llegó a buen puerto, por fin se empezaron a escuchar buenas noticias sobre la evolución de sus poblaciones. El censo de 2001 reveló la existencia de 158 parejas reproductoras en España y algunos de los factores que limitaban el crecimiento de la población parecían estar disminuyendo. Tres años después, en 2004, se censaron un total de 193 parejas. Los censos a lo largo de los años siguientes mostraron un crecimiento continuo, llegando a tal punto que en 2011 se alcanzaron 325 parejas, gracias en gran parte a una explosión poblacional de la especie en Castilla La Mancha, donde se había pasado de 41 parejas en 2001 a 113 parejas en ese mágico año. En 2014 Andalucía contaba con más de 100 parejas y Castilla La Mancha ya con 178 parejas. La población española rondaba ya la impresionante cifra de 430 parejas reproductoras.